7 de junio de 2010

UN RELATO DE CIUDAD




PARTÍCULAS EN SUSPENSIÓN



En noviembre anochecía a las seis de la tarde y el barrio comenzaba a sumirse en una densa y masticable penumbra llena de silencio. El frío crujía entre las hojas esparcidas por la plaza como la corteza de cerdo que estaba masticando Conrad. Lo escuchaba amortiguado en la distancia, igual que las voces amordazadas de los mayores que se habían guarecido bajo los balcones. De vez en cuando llegaba el fulgor de un mechero que permanecía encendido más de lo normal. Prendían chinas. Seguramente el resto de los cien duros que pillaron el fin de semana. Reían como hienas dándose de collejas. Un litro iba de mano en mano. Tiritaban los gargajos, echando carreras contra el viento. Y hasta nosotros llegaron los ladridos ahogados de Smoky, el perro de Macondo, fusionándose con el estribillo de Asfalto. Al loro le faltaban pilas, y Días de escuela sonaba dramáticamente distorsionado. Candy machacó los optalidones con una piedra, mientras Conrad esperaba impaciente con el botellín de coca-cola preparado. Yo los miré incrédula.


Esto es una leyenda urbana. Os va a hacer tanto efecto como las hebras de plátano que dejasteis secar al sol.


Sus esfuerzos por colgarse eran patéticos.


Pues a mí me han contado que pillas un moco que lo flipas apuntó Candy terminando de arrastrar el polvillo que se había quedado adherido al papel. De todos modos, la decisión está tomada. Vamos a robar el coche. Y si esta mierda no nos sube, que nos jodan...


...Si quieres seguir leyendo pincha AQUÍ.


Este relato está publicado en el suplemento de la revista GROENLANDIA nº 8, en la página 30.


24 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho tu relato. Muestra el lado crudo de la vida, cuando ya no hay esperanza o solo la de sobrevivir un día más.
    Esa es mi pobre interpretación de un buen relato.
    Volveré a releerlo.
    Un beso

    ResponderEliminar
  2. Estas historias me entristecen, porque no son solo relatos y vivirlas de cerca hacen mucho daño

    ResponderEliminar
  3. Es la vida misma, Ana. Le has dado una perfecta interpretación.
    Así era mi barrio. Ni más ni menos. Son historias reales que superan a la ficción.

    Me alegro que te haya gustado.

    Un beso muy fuerte.

    ResponderEliminar
  4. Tú lo has dicho Driada, no son solo relatos, son verdades como puños y por eso duelen. Pero no por eso vamos a darlas de lado. Hay que afrontarlas. Una manera de hacerlo es esta. Tal vez así, alguien aprenda algo. Sobre todo los adolescentes de 14 ó 15 años que se ven inmersos en cosas como esta.

    Un beso.

    ResponderEliminar
  5. Gracias, Voltios.
    Me alegro que te gustara.

    Un besazo.

    ResponderEliminar
  6. Tan terrible era una cosa como la otra...
    En cada frase se intuye la desesperanza que los habita.

    Te felicito por el relato Luisa.

    Besos

    ResponderEliminar
  7. Gracias Trini.
    Veo que has dado con el nucleo del asunto.
    Así es. Hay veces que la desesperanza se ceba con el futuro de los más jóvenes.

    Un beso fuerte.

    ResponderEliminar
  8. Un relato interesante muestra
    la dura realidad de la calle
    en varios aspectos verdades
    tan cotidianas con nombres y apellidos
    Luisa amiga del alma me encanto tu relato
    que buenos ratos nos regalas decirte que
    muchas gracias por tu comentario en mi espacio
    se agradece mucho con el corazon y me emociono
    tu tambien eres una bellisima persona que brilla
    mas que un millon de estrellas gracias cielo.
    Muchos besos para ti compañera.
    Que tengas una feliz semana...

    ResponderEliminar
  9. Algunos autores abogan por dulcificar la realidad, pero yo creo que el mundo es como es y nuestra obligación, como escritores, es mostrarlo tal cual (aunque también haya momentos para lo bueno de la vida, que por suerte es mucho). Incluso cuando escribimos ficción podemos transportar esa crueldad a cualquier mundo imaginario. Muy buen relato, Luisa, intenso y crudo como debe ser. E interesante la revista Groenlandia, tomo nota.
    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  10. Gracias, Jose.
    Tú también me regalas tus poemas. Y con tus comentarios añades una sonrisa. ¿Qué más se puede pedir? Ojalá fueran todos tan agradecidos como tú, aunque no puedo quejarme, la verdad, porque los que me visitan son excelentes personas, poetas y escritores y me demuestran su cariño.

    Muchos besos.

    ResponderEliminar
  11. Gracias, Javier.
    Es verdad que algunos escritores opinan que ya hay bastante dolor y crueldad en la vida real como para traspasarla al papel, pero veo que tú y yo pensamos igual. La vida es como es, con sus cosas malas y buenas. No hay por qué esconderlas.

    Groenlandia es una de esas publicaciones en las que siempre se encuentra un hueco para echar un vistazo. Es sorprendente.

    Un abrazo de vuelta.

    ResponderEliminar
  12. Tanto "El polo de limón" como "Partículas en suspensión" son relatos duros pero muy realistas.
    Forman parte de la realidad cotidiana que, casi siempre, supera a la ficción. Coincido con los que piensan que hay que mostrar la vida tal como es, la que nos rodea y que tanto conocemos.
    Buena aportación para Groenlandia, Luisa.
    Un abrazo de Mos desde su orilla.

    ResponderEliminar
  13. Gracias, Mos.
    Qué voy a contarte que tú no sepas, claro que la realidad supera a la ficción. No hay más que vivir para ser testigo de ello. La vida es dura y seguirá siéndolo. Y yo seguiré escribiendo de esto, de cosas aún más feas y de otras muchas bonitas y gratificantes. Lo que me pida el cuerpo, vaya.

    Un beso, compi.

    ResponderEliminar
  14. Buenos relatos: completos, tocados de dureza, a veces crueldad. Hechos con sensibilidad pero sin cortapisas, a cara descubierta, del mismo modo que llega la vida. Para algunos a bofetada con mano abierta
    Menos mal que también nos regalas muchas alegrías.
    Iré mirando el resto de la revista a ratios.
    Un beso grande. Te veo.

    ResponderEliminar
  15. Gracias, Resu.
    No todo son penurias. También me gusta reírme y que se rían. Una de cal y otra de arena. Que no se diga, aunque las peores historias, las más trágicas y dolorosas, todavía no las he escrito. Me falta valor.

    Un beso, compi. Mañana, café.

    ResponderEliminar
  16. Lindo relato, aunque visto con tus pupilas llenas de inocencia y que todo lo transforman en fantasía y color, tan es así que he visto a un grupito de mozalbetes empezando a ser malechores, muy tierno de verdad, no con el temor que nos embarga cuando nos topamos por la calle cuando los vemos; y me ha quedado una duda ¿siempre en una mujer está la posibilidad de entregarse por dinero en un caso extremo? Un gran abrazo

    ResponderEliminar
  17. Hola.
    El inicio de este relato: excelente, por cierto, me recuerda épocas pasadas en las que yo y mis amigos tratábamos de colocarnos con la mierda que fuera. Claro que nosotros no llegamos a robar coches, pero me sé de un par de tipejos que lo hacían.
    Un placer encontrar tu blog.
    Un abrazo de josef.

    ResponderEliminar
  18. Hola, Drac.
    Me alegra verte de nuevo por mis Tierras.
    Realmente es tal y como dices, no son los mismos ojos quienes nos miran que los propios.
    Y a tú pregunta: es precisamente por no "entregarse" por lo que ella decide robar el coche. Es una reflexión final la que hace la protagonista. Mis relatos casi siempre llevan a una meditación dentro de la propia que entraña la historia en sí. Hay muchas historias dentro de una misma trama. El juego reside en poder descubrirlas.

    Gracias por tus palabras.
    Un beso fuerte.

    ResponderEliminar
  19. Hola, josef. Bienvenido. Aunque debo reconocer que te conozco de la época de Esferadeletras.
    Me alegra que te haya gustado el inicio. Te invito a que leas el resto.
    La verdad es que esta historia es una más de las que han acompañado a algunos en épocas pasadas y no tan pasadas. Es el pan de cada día. Es por eso que casi todos conectamos con ellas, nos identifica de un modo u otro y acabamos descubriéndonos en ellas.

    Gracias por pasarte por aquí, yo me daré una vuelta por tu blog.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  20. Hola, Luisa, tu relato tan crudo como real me ha llevado a mi adolescencia. Tuve una amiga que probaba todas las "leyendas urbanas" para colocarse. Yo la animaba con lo del plátano para que dejara el resto que me parecía más peligroso.

    Ana, se llamaba, y le perdí la pista cuando se la llevaron del colegio para ingresarla en un manicomio.

    Me recuerda tu manera de contarlo a la novela corta americana, de la que soy fan.

    Un abrazo, Luisa.

    ResponderEliminar
  21. Hola, Tesa.
    Me has dejado de una pieza con lo de tu compañera de colegio. Imagino que la pobre tendría un problema serio para acabar en un manicomio. Yo supe de alguno que se quedó colgado por el ácido.

    Algo de novela americana hay. Desde que leí a Sam Shepard siento que algo se agita dentro de mí. Aunque no es el único ni el último que influya en mi visión. Tengo muchos agarraderos. El cine, también. Me gustan las películas que muestran el desarraigo y la desolación. Las carreteras infinitas que parecen no acabar en ningún sitio.

    En fin, que si me lío no paro.

    Un beso muy fuerte.

    ResponderEliminar
  22. Gracias, Pepe.
    Los tuyos lo son más.
    Me alegro de haber compartido espacio contigo.

    Un besazo.

    ResponderEliminar