4 de enero de 2010

EL POLO DE LIMÓN



La primera vez que te vi, pensé que eras lo más precioso que mis ojos habían visto jamás. Llevabas un vestido azul cortado a la cadera con un ancho lazo de raso y mangas de farol que dejaba ver tus brazos perfectos. Tus zapatos eran blancos como los de comunión, y tus medias caladas. Recuerdo que al agacharte a recoger la moneda que se te cayó, se te vieron las bragas. También eran blancas, y un diminuto encaje asomó al dobladillo de tu falda. Tengo grabado a fuego tu pelo castaño claro sujeto por unas trenzas y tus ojos dorados. Jamás he vuelto a ver ojos como los tuyos. Ni verdes ni castaños; oro líquido brotando de un rostro bronceado de callejear. Era domingo, y el sol estaba alto en el cielo. Me dijiste:


¿Está cerrado? tu voz era cristal.


Y te miré como se mira el mar cuando se descubre por primera vez, con la pasión salvaje de un náufrago que ignora que se verá devorado por él.


Lo está. Es la hora de comer te dije intentando que mi voz no se quebrara por la emoción. Pero para ti está abierto. Ven, entra.


Sonreíste. Y tus dientes brillaron blancos, purísimos. No dudaste un segundo, y a un gesto de mi mano escuché tus pasos rítmicos acercándose hasta mí. Pero no me mirabas. Tus preciosos ojos se perdían en el cartel anunciador que tenía clavado en el cerco del puesto. Se movían ansiosos a través de las fotografías de los helados. Tu dedo se detuvo en una de ellas.


Quiero uno de limón indicaste, mostrándome la moneda. ¿Cuánto vale?


¿Cuánto tienes? sonreí.


Un duro.


¿Sólo un duro?


No tengo nada más enarcaste las cejas, creo que desalentada.


Me levanté despacio.


Ven, acércate susurré.


Te mordiste el labio nerviosamente.


Si quieres, podemos hacer un trato. ¿Cómo te llamas?


Laura Ortega Vivas… dijiste de carrerilla, acunándote como si tu nombre fuese la letra de una canción infantil.


Llevas un vestido muy bonito, Laura.


Me lo ha hecho mi madre.


Y toqué su trama suave con un hormigueo en mis dedos. Un escalofrío me recorrió la espalda. Abrí la cámara frigorífica y saqué el polo de limón. Te lo enseñé y me senté de nuevo en la banqueta. Luego le quité el papel y te lo ofrecí.


Ven aquí, Laura.


Obedeciste echándote el pelo hacia atrás. Parecías una pequeña Helena griega.


Toma. Te lo regalo, pero con una condición.


Tus ojos se iluminaron y asentiste con fuerza al tiempo que cogías el helado con gesto rápido.


Tienes que tomártelo aquí. No quiero que nadie sepa que te lo he dado. Si alguien se enterara, vendrían a pedirme. Mira te dije, señalando la puerta, voy a cerrar con pestillo para que no puedan verte. ¿Te parece bien?


Asentiste de nuevo, mientras tu lengua lamía el hielo adherido al polo. Luego volví a sentarme en la banqueta y te atraje hacia mí con delicadeza. No quería que te espantara el tacto de mis manos ásperas por debajo de tu graciosa falda. Y pensé que me recordabas demasiado a mi hija Anita. Demasiado.




Copyright: Luisa Fernández


Foto extraída de Internet.

18 comentarios:

  1. ufff, Luisa que bonito. Me ha hecho recordar un hecho en mi niñez que no fue tan tierno.
    Muchas gracías pou tus narraciones.
    Un abrazo

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  2. Hola, Josefina. Tras la ternura en la que está envuelto el relato, subyace una verdad aterradora. Tal vez el recuerdo que te ha traído de tu niñez (no tan tierno), sea en verdad lo que cuento.

    Lo importante es que te haya gustado.

    Gracias y un beso.

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  3. Muy bueno, Luisa.
    Ah, cómo te gusta jugar con la ambigüedad, chica mala...

    un beso

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  4. Baco, ya sabes cómo me gustan a mí las cosas. Dar el triple mortal sin red. Hay que profundizar.

    Un besazo.

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  5. Gracias, Pepe. Me alegra encontrarte de nuevo por aquí.

    Un beso.

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  6. Ya lo sabes Luisa, el relato es bueno, muy bueno. Porque te va llevando suavemente hasta ver (se intuye), la mente perversa, la mirada sucia del vendedor junto a la inocencia y la candidez de la niña deseosa de su polo de limón.

    Te deja pensando en lo sórdido de algunas mentes sin escrúpulos. Has hecho bien en colgarlo aquí.

    Un abrazo de Mos desdde la orilla.

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  7. Gracias, Mos. Tu mirada siempre es importante para mí. Alguien tiene que poner voz a estos mostruos que viven solapados en la oscuridad.

    Un beso muy fuerte.

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  8. Al principio pensé que eran dos críos y la emoción que se siente cuando el amor te toca por primera vez. Luego, el relato te va sobrecogiendo porque intuyes la maldad que sobrevuela la escena. El final es terrible y te deja mal el cuerpo.

    El relato es muy bueno, Luisa. Te felicito.

    Besos

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  9. Nuchas gracias, Trini. Expresas muy bien lo que he querido transmitir paso por paso. La ambigüedad es el juego de este relato para dar paso a lo terrible.

    Esto puede ocurrir en cualquier lugar, a cualquier hora y solapado por la inocencia de estas pobres criaturas.

    Un beso muy fuerte, Trini.

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  10. Escalofríos me dan esas manos por debajo de la falda y ese "demasiado" del final. Me ha encantado leerlo.
    Besos miles y feliz año nuevo a todos.

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  11. Hola, Resu. Feliz año a ti también.
    Esto es para ir desentumeciendo el lapicero. A ver qué nuevos ejercicios nos trae el curso.

    Un beso.

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  12. oye luisa, rizas el rizo de una manera, ya de por sí, dificilmente de rizar. jejejeje. que leches, que muy bueno y es un placer para mi dejarme caer por estas tierras de alquimia. voltios.

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  13. Gracias, Voltios. El placer es mío al recibirte. Me alegro que te guste el relato y captes su doble oscuridad final.

    Un beso.

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  14. Bajo una impoluta y clara narración, de una prosa poética llena de belleza nace en el lector una duda. Un oscuro objeto de deseo del narrador. Lo enmascaras realmente bien. Me quedé sobrecogida, y engañas con maestría al lector en las primeras líneas. Era demasiado bello para ser cierto (El comienzo), ya que los principes no existen.

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  15. Gracias, cuentera, por tus palabras. El oscuro objeto del deseo mueve mentes perversas y podrían llenarse ríos de tinta. Los príncipes no existen,tienes razón. Los inventó una escritora enamorada del amor.

    Un saludo. Espero verte a menudo por mis Tierras.

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  16. Uff, aterrador el contenido. Cuando mis hijos tenían sólo ocho años les hablé con claridad de estos tipos, se dio un intento de violación de una niña por el barrio. Así que no me anduve con remilgos, se lo expuse muy crudo.

    Ellos se ríen al recordarlo, sobre todo el niño que trató de escabullirse con la excusa de que eso sólo le pasaba a las chicas y se llevó su dosis de realidad en un minuto. Todavía recuerdo sus ojos como platos soperos.


    Buenísimo el relato. Un abrazo,

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  17. Gracias, Tesa.
    Creo que en la época en la que está ambientado este relato algunos papás hablaban poco con los niños. Es más, seguramente ni la niñita habría contado nada a sus padres. Eran otros tiempos. Gracias a Dios, ahora hablamos sin tapujos y este tipo de actos se pagan con la cárcel.

    Un besazo.

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