Amigos
Después de la rebusca Paco suele ir al Retiro. Le gusta sentir la libertad que se respira entre los árboles y el césped del recorrido. Si le valiera, de buena gana se tumbaría en aquel verde mostacho que le ha salido a Madrid, pero uno de los jardineros le tiene fichado. Si le pilla de nuevo retozando cual San Bernardo, le echará a patadas. Y él no quiere eso. Necesita ese compás de espera entre que cae la tarde y oscurece, para sacudirse la contaminación que aguanta a diario en la hora punta. Suele «trabajarse» la Estación de Atocha. Y, bueno, no es que saque gran cosa; sin embargo es lo que le permite mal comer y mal beber. Sí, a Paco le gusta el vino. Reconoce que es un pequeño vicio, pero después de todo ya es viejo y, que él sepa, nunca se ha metido con nadie. Además ¿A quién le importa si empina el codo en solitario y duerme la mona en un cajero o en un banco del Retiro? Pues a nadie. Su tiempo pasó, y ahora lo de menos es si tuvo o dejó de tener, si alguna vez deseó o echa en falta los sueños que jamás se cumplieron. Las oportunidades son aves de paso, vienen y van, pero no se quedan a vivir en el mismo alero. Ahora importa el hoy, y el hoy es una caja de cartón con olor a sobaco de ciudad y el cielo por montera.
Como siempre, se detiene al llegar a la fuente del Ángel Caído. Es allí donde ha quedado con el único amigo que le queda en el mundo. No hace mucho que se conocen, pero han hecho buenas migas. Los dos se parecen. Fer tampoco tuvo suerte en la vida. Se metió en líos y su padre le echó de casa y, aunque el muchacho se mostró arrepentido, no quiso perdonarlo. «Un tipo duro y sin corazón ese padre», piensa Paco, mientras da varias vueltas alrededor de la fuente y mata el tiempo de espera mirando las cabezas de dragón y los chorros de agua que caen sobre los lagartos y serpientes.
No tarda en divisarlo. Se le ilumina el corazón.
—Hoy he conseguido bocatas, Fer —se apresura a decir, señalando los bultos que sobresalen de los bolsillos de su gastada gabardina—. Uno es de salchichón y el otro de chorizo. Te dejo elegir, pero te advierto que el chico que lo tiró a la papelera llevaba ortodoncia. No sé si serás escrupuloso. Ya sabes que yo ya estoy curado de espanto. —Le mira esperando su respuesta—. ¿Qué? ¿No dices nada? ¿Ya estamos cómo siempre? Pues con la timidez no se cena, chaval.
Su amigo esboza una sonrisa, pero sin moverse del sitio.
Paco cabecea y se dirige hasta uno de los bancos que están un poco alejados. Extiende un papel de periódico y coloca allí los bocadillos y el tetrabrik de vino.
—Ya vendrás cuando te apriete el hambre. Yo, mientras tanto, voy a dar unos traguitos si no te importa.
Debe ser paciente. El chico es huidizo y desconfiado como un cachorro herido.
Oscurece a marchas forzadas y la plaza se queda desierta. Un trueno ensordecedor sepulta el sonido de los surtidores. Por fin su amigo se decide a reunirse con él.
—Esto que haces no tiene ninguna gracia, Fer. Siempre esperas a que la gente se vaya para bajar del pedestal, y me toca pasar por loco mientras tanto. Parece que estoy hablando solo. Me miran raro y los chavales se ríen.
—Así tiene que ser.
Elige un bocadillo y los dos comen en silencio.
Cuando terminan, Fer se agacha y señala su espalda moviendo las alas.
—Sube, que se hace tarde.
No se lo piensa dos veces y se encarama al dorso del Ángel, agarrándose con fuerza.
Él le mira de reojo antes de emprender el vuelo. El mortal parece feliz, como un niño que monta en un tiovivo por primera vez.
—Bueno, tú dirás Paco ¿A quién matamos hoy?
N. de la autora: La escultura del Ángel Caído del Buen Retiro (Madrid) es el único monumento del mundo dedicado a Lucifer.
Copyright: Luisa Ferro
Foto sacada de Internet.
¡Qué bonito relato, Luisa!
ResponderEliminarEntre alegre y triste. Lo primero por los sentimientos que muestra hacia su amigo, su única ilusión en esta vida, y triste, precisamente por esa carencia de metas, de proyectos e ilusiones de ciertas personas, los desposeídos, los "sintecho"... ¡Qué pena!
Me has sabido imprimir, como te comentaba, alegría y tristeza al mismo tiempo, como es de esperar de una buena escritora como tú...
Besitos y buen finde...
Así es, Marga. Los indigentes, por lo general, suelen estar muy solos. Es esa soledad la que he querido plasmar aquí, por supuesto jugando un poco con la bondad de Paco, y lo fácil que resulta llegar a ser tentado por Lucifer, en pos de unas migajas de “amistad”. Por supuesto, todo lo que le ocurre puede ser producto de las borracheras que agarra. Quién sabe…
ResponderEliminarUn beso muy fuerte. Pásalo bien estos días.
Luisa, tus finales siempre me dejan con la boca abierta y una cara de lela que si me vieras...
ResponderEliminar¡Que buen relato! Y perturbador, sin duda.
Besossss
LUISA, CON TU PERMISO ME LO LLEVO PARA MI CASA.
ResponderEliminarBESAZO
Trini, si no te ocurriera eso, es que entonces yo habría perdido el tiempo, je,je,je
ResponderEliminarCon Lucifer de por medio nada bueno puede suceder…
Gracias, maja.
Un beso muy fuerte.
Es un honor, Pepe.
ResponderEliminarMuchísimas gracias, guapetón.
Un besazo.
Amistades peligrosas, tanto su situación, como el vino y no digamos su "amigo Fer".
ResponderEliminarMagnífico tu relato, es un placer leerte.
Besos
Gracias, María.
ResponderEliminarAsí es, la soledad impuesta es muy difícil de sobrellevar, sobre todo cuando no tienes nada y el mundo es un lugar hostil.
He visto indigentes tirados por las aceras y gente pasando a su lado sin inmutarse. Tremendo.
Un beso muy fuerte.
Que buen relato!!! Me ha encantado y el final es buenísimo. Me quedo siempre sorprendida y encantada con tus relatos.
ResponderEliminarUn beso
Gracias, Reina.
ResponderEliminarSe agradece la buena acogida. A veces, una no sabe cómo va a calar.
Un beso muy fuerte, majísima.
Felizmente son seres de tu imaginación ¿no es cierto Luisa?? Luisa...Luisa...? ¡¡Luiiiiisaaaaa!!
ResponderEliminar¿Tú crees, Drac? Escucha ese crujido a tu espalda… esos pasos… ese aliento frío en tu nuca... el batir de unas alas… La oscuridad se cierne sobre ti y… ¿Drac…? ¿Drac…? ¡¡Draaaaaac!! ¡¡Cooorreeeee!!
ResponderEliminarJe,je,je, un beso muy fuerte.
¡Esa Luisa, esa Luisa, Eh!!!
ResponderEliminarMuy bueno, Luisa. De los propiamente tuyos y que nos gustan tanto a los demás.
Un abrazo desde mi orilla.
Mos.
Tu relato me ha gustado un montón, con esa fantasía más racial que terrorífica, con toques de bocatas de chorizo y salchichón, vino peleón y olor a sobaco de ciudad. Una pasada, Luisa. Y ese final malote...
ResponderEliminarPero sí existe otra escultura, y muy bella, en el Capitolio de la Habana.
Es un Lucifer victorioso y no rendido como el del retiro. Allá le llaman “El ángel rebelde”
Tomé algunas fotografías cuando estuve allí para desmentir la leyenda de que el Lucifer del Retiro esta solo en el mundo. Seguro que habrá alguno más.
Demasiado viejo y astuto el diablo para conformarse con un solo monumento.
Un abrazo,
Uf, Luisa, ¡y tan perturbador!
ResponderEliminarNo me esperaba para nada que Fer fuera el diminutivo cariñoso de Luci... jejeje...
Nos has conducido de maravilla a ese final con una mezcla de simpatía, inquietud y su toque fantástico. Bravo, amiga, un relato urbano de los buenos.
Un enorme beso, féliz Semana Santa.
Mos, sé de tu gusto por esta clase de relatos y me alegro de haberte hecho pasar un buen rato. Qué pena no tener tiempo últimamente para todo lo que quisiera escribir en el blog. Así son las cosas.
ResponderEliminarUn beso muy fuerte, compi.
Bueno, llámalo fantasía urbana, Tesa.
ResponderEliminarNo tenía constancia de ningún monumento, como tal, a Lucifer. Por supuesto no descartaba que hubiese más, pero yo no lo he encontrado en Google. Todas las páginas que cuentan la historia de esta estatua hacen mención a este detalle tan curioso. Tendrán que cambiar ese dato. Tú pásame una foto de ese que hay en la Habana que yo le escribiré una historia (¿Estás segura que no era una de Fidelito?).
Y es verdad, demasiado viejo y astuto que es el jodio.
Gracias por tus palabras y por la información.
Un beso grande.
Mar, no choca porque Fer es el diminutivo de Fernando. Yo conozco a alguno que otro.
ResponderEliminarMe alegro que lo creas bueno. Este es uno de esos cuentos que escribes sin sentir. Ha salido solo, aunque después haya tenido que pasar por chapa y pintura tras un repose de varias semanas.
Pásalo bien esta semanita. Descansa y coge fuerzas.
Un besazo, majísima.
Hola Luisa
ResponderEliminarVaya. Muy buen cuento. Se te da realmente bien crear relatos muy breves pero con contenidos y situaciones que te hacen reflexionar. Me gusta el término "fantasía urbana" con que lo has calificado. Yo incluiría también en ese género el de El hombre del maletín.
Me ha gustado mucho cómo introduces a Fer, cuando habla de que su padre le echó y ya no le dejó volver. Ahí me engañaste del todo, pensé que era un delincuente juvenil :) . Genial la sorpresa de saber quién era Fer (Fernando creía que se llamaba, je, je) y también mejor el hecho de que Paco y él salgan a lo que salen.
Por cierto. Hay un relato de ciencia-ficción, del que ya no recuerdo mucho, en que creo que un alienígena y una estatua del Retiro son amantes. Lo que pasa que la estatua del Retiro cobra vida, claro. Fue publicado en la revista 2002/Galaxia, que tan poquito nos duró. Me lo has recordado, aunque la temática sea del todo diferente.
También hay una leyenda urbana en mi pueblo en la que un ángel de una fuente, que está situado en un sitio apartado, cuando es de noche, cobra vida y si estás en la calle intenta matarte con un cuchillo.
Las estatuas tienen su punto tétrico, ¿eh?
Un saludo
Juan
P.D. Por cierto, sabes que respondo a todos tus comentarios en mi bitácora, ¿no? En el último te he repondido citándote.
Juan, me alegro que te haya parecido interesante. La verdad es que las estatuas del retiro dan mucho juego, seguro que hay por ahí muchísimos relatos. Yo misma tengo alguno más. Y es que cómo suelo decir a menudo, y escuché también por ahí, está todo escrito, sólo cambia la manera de contarlo. Creo que eso es lo que establece la diferencia. Jamás dos cuentos son iguales aunque se utilicen la misma “semilla”, cada uno de ellos es único.
ResponderEliminarEn este cuento, los datos arrojados en él están estratégicamente pensados para tramar el “engaño”, son parte de la estrategia que hay que seguir en un micro. Bueno, por lo menos yo lo veo así. Me gusta la sorpresa final y que dé qué pensar. Y sí, las estatuas se prestan a dar ese punto tétrico al asunto.
Gracias por tus comentarios.
Un beso.
Muy bueno, expectante hasta el final me has mantenido intentando vislumbrar dónde estaría el siguiente giro. La guinda muy jugosa y perturbadora; la noche trae sorpresas inesperadas de personajes variopintos.
ResponderEliminarHay un ángel que está cayendo, en un tejado cerca del Mercado de san Miguel, en la calle de los Milaneses y es de bronce. Por supuesto nada que ver con la del Retiro.
Besos miles.
Resu, es lo que tiene la noche, despierta sombras dormidas y los noctámbulos salen a hacer de las suyas.
ResponderEliminarMe alegro de haber conseguido atraparte hasta el final.
Hay mucho ángel por ahí…
Nos vemos mañana a la misma hora, majísima.
Un beso muy fuerte, compi.
Buen micro, apreciada Luisa. Protagonista la soledad del indigente, su ingenuidad cuando habla con Fer, y remataste bien con la sorpresa final. ¡Enhorabuena! Saludos
ResponderEliminarGracias, Cuentera.
ResponderEliminarMe alegro que te guste.
Así es, la soledad hace extraños amigos. A veces es mejor el refrán.
Un beso, Idaluz.
Ostras, Luisa, cómo sabes crear clima in crescendo. Final genial.
ResponderEliminarun beso, artista
Gracias, Carlota.
ResponderEliminarLo bueno que tienen estos micros es que hay gente como tú que sabe apreciarlos. Da gloria escribir para esta pequeña concurrencia que se pasea por mi blog y se detiene a leer lo que escribo. Merece la pena.
Un besazo.
Me ha gustado, sí.
ResponderEliminarCorta, como la realidad cotidiana y con tintes de locura ... también muy reales y el final de esos que te quedas sentada sin saber que pasó.
Está en tu casa, Ricardo.
ResponderEliminarQue tú también disfrutes de los días de relax.
Un abrazo.
Dríada, me alegro que te haya gustado.
ResponderEliminarEs verdad que es la vida misma aderezada con unos toques de locura. La soledad vista desde el protagonista de la historia, que nos regala su propia perspectiva. Esa, a la que a veces nos es difícil llegar.
Un beso.
Lindo relato :)
ResponderEliminarGracias, Vale. ;)
EliminarMe alegro que te gustara.
Un saludo.