Hola
a tod@s
Estamos
en la era de la no fórmula. Al menos
eso es lo que intentan vendernos. Cualquiera puede llegar a ser lo que desea
con solo chascar los dedos. No necesitamos preparación previa porque somos
talentosos por naturaleza. Tenemos un don, lo que pasa es que todavía no hemos
aprendido a explotarlo. Para ello solo se requiere de nosotros que seamos los perfectos vendedores de aire (¡toma
fórmula!).
No sé a vosotros pero a mí esta premisa me
parecen un espejismo. Un autoengaño
promovido por aquellos que quieren lucrarse de nuestros sueños. Directa o indirectamente.
La no fórmula
No existe
la fórmula magistral para escribir el libro perfecto. Pensar lo contrario es
poco menos que una leyenda urbana. Pero lo que sí existe y está a nuestro
alcance es la fórmula para identificar nuestros fallos a la hora de escribir y
poder solventarlos o, al menos, intentarlo.
«Sentir» la historia
Antes que el lector haya contactado con la
historia ya lo ha hecho el escritor. Se trata de identificarse con ella a través de quien nos la está contado.
O sea, a través de los ojos y los sentidos del narrador. A esto se le llama punto de vista.
Como ya os apunté en la entrada anterior, en el proceso creativo de una novela
pueden surgir varias rupturas o estancamientos. La primera se produce de la
página 25 a la 30. En un alto porcentaje de casos es debido a este fenómeno: el
escritor no «siente» la historia. No
logra ese contacto emocional tan
necesario para estar satisfecho con lo que está escribiendo. Porque, en contra
de lo que algunos suelen pensar, los que utilizamos la técnica también escribimos con el corazón, incluso con
las tripas si se tercia.
Los escritores con experiencia suelen
identificar esta carencia con facilidad. Y me atrevería a decir que lo hacen cuando
apenas llevan escritas varias páginas. Sufren un parón sin
saber muy bien el motivo. Comienzan a dudar. Creen que lo que está escribiendo
no es bueno. Vaya, que no les convence del todo, saben que le falta algo.
Este fenómeno suele producirse
independientemente de cómo esté escrita la novela. Da igual si hemos utilizado
un estilo impecable, una atmósfera genial y todas y cada una de las pautas para
enganchar al lector. Aun así puede que no
hayamos logrado un punto de vista acertado.
¿Significa
esto que debemos desechar la historia?
Depende de varios factores. Si la trama tiene
fuerza y también los personajes, no. Solo deberás cambiar a la «persona» que está contando la
historia. O sea, el narrador. Tendrá
que buscar un sustituto más solvente y comenzar de nuevo a escribir la novela
cuantas veces sean necesarias hasta lograr ese contacto emocional tan vital para alcanzar el pacto con el lector.
Para ello debemos preguntarnos varias cosas:
• ¿Qué
quiero trasmitir al lector?
• ¿Cómo
quiero contárselo?
• ¿Es
adecuado el narrador elegido?
• ¿Tiene
la voz acertada?
• ¿Es creíble?
En la próxima entrada hablaré de narradores. Sus
diferencias, los beneficios o perjuicios de utilizar unos u otros. También
intentaré dar respuestas prácticas a estas preguntillas que os he señalado y
tantearemos otros factores a tomar en
cuenta para lograr ese contacto emocional.
Y ahora, tal y como os prometí en mi anterior
entrada, os muestro otro comienzo
prometedor de novela.
He ido esta mañana a ver a mi médico Hermógenes,
que acaba de regresar a la Villa después de un largo viaje por Asia. El examen
debía hacerse en ayunas; habíamos convenido encontrarnos en las primeras horas
del día. Me tendí sobre un lecho luego de despojarme del manto y la túnica. Te
evito los detalles que te resultarían tan desagradables como a mí mismo, y la
descripción del cuerpo de un hombre que envejece y se prepara para morir de una
hidropesía de corazón. Digamos solamente que tosí, respiré y contuve el aliento
conforme a las indicaciones de Hermógenes, alarmado a pesar suyo por el rápido
progreso de la enfermedad, y pronto a descargar el peso de la culpa en el joven
Iollas, que me atendió durante su ausencia. Es difícil ser emperador ante un
médico, y también es difícil guardar la calidad de hombre. (…)
Lo primero que llama nuestra atención es la gran fuerza narrativa de la autora para
acercarnos al hombre y no al emperador. Para ello nos sitúa frente a la
enfermedad. Nada más humano que eso.
Lo segundo, es que estamos ante un comienzo epistolar, que podría
confundirse con una novela escrita en segunda
persona, puesto que el protagonista (Adriano) dirige su discurso (de tú) a Marco;
pero no, basta seguir leyendo para saber que estamos ante una primera persona, que nos cuenta sus memorias noveladas. Y mirad que es una
primera perfecta: convincente, con la voz acertada; inteligente y a la vez tan humana...
Esa humanidad es el motor del íncipit y de toda la novela. Fue un acierto por parte
de Yourcenar.
Os aconsejo leer las notas de la autora que
vienen al final del libro. En ellas vemos el gran trabajo que se tomó para dar
con el punto de vista adecuado:
«Este
libro fue concebido y después escrito, en su totalidad o en parte, bajo
diversas formas, en el lapso que va de 1924 a 1929, entre mis veinte y mis
veinticinco años de edad. Todos esos manuscritos fueron destruidos y merecieron
serlo.»
«Imposibilidad,
también, de tomar como figura central un personaje femenino; de elegir, por
ejemplo, como eje de mi relato, a Plotina en lugar de Adriano. La vida de las
mujeres es más limitada, o demasiado secreta (…).»
Y para terminar y como curiosidad, os diré que
la genial traducción de esta novela al castellano la hizo Cortázar para Edhasa. Lo
bueno se hace notar al primer vistazo. No os quepa duda.
Un besazo. Nos leemos.
Muy interesante este análisis, y desde luego como lectora soy de las que leo y disfruto muchísimo haciéndolo. Soy una lectora visual y cuando leo estoy viviendo realmente dentro del libro.
ResponderEliminarTienes razón, Luisa, que a veces la historia es buena y el narrador la "estropea" O al contrario el narrador, el punto de vista elegido atrapa al lector y da igual de qué vaya la historia.
En cuanto a mis pinitos como escritora, soy impulsiva y emocional, no planifico, no aplico ningún método, pero puedo corregir hasta el aburrimiento y borrar y volver a empezar. Por eso sería incapaz de escribir una novela muy larga con muchos personajes.
Sólo tengo una manía el texto tiene que tener ritmo, lo leo en voz alta y si no lo tiene es que no me vale.
Tengo un proyecto ahí, muy íntimo y personal, y ando peleando con el narrador o el tono como yo le digo, porque estoy segura que la historia es potente. A ver si me lanzo.
Un abrazo y espero ya tus nuevas historias.
Hola, Tesa.
ResponderEliminarHacía tanto tiempo que no me pasaba por aquí, que no había visto tu comentario. Un día de estos hablaremos de los diferentes tipos de escritores/as. Porque también los hay. No todos los que escribimos valemos para afrontar cualquier tipo de narración, cualquier estilo o temática. Hay escritores de relatos y de novelas cortas que jamás podrán escribir una novela de "largo aliento". Y otros autores, sin embargo, escriben lo que les echen.
Por otro lado, el ritmo también juega un lugar muy importante en la narración. Y cuando hablamos de ritmo no nos referimos a la acción que pueda desarrollarse o no en las distintas escenas, sino a una cadencia determinada que se tiene que "sentir" cuando se lee en voz alta. Ya hablaremos de ello también.
Y mira, ¡¡lánzate, baby!!
Un abrazo muy fuerte, Tessa!!