Hola a tod@s
Hoy me apetecía
hablar sobre lectura. No obstante, se me hace difícil hacerlo sin tocar
también el tema de la escritura. Por lo tanto voy a tantear ambas.
Y me apetece porque veo que apenas nos detenemos
a leer un artículo, ni la entrada de un compi en su blog o en las redes
sociales. Leemos el título y con eso nos basta. Estamos tan saturados, que nos
salen los contenidos por las orejas. Es por eso
que cada vez es más difícil emplear tiempo y esfuerzo en mantener vivo
un blog o intentar inútilmente publicar entradas de interés. Parece que,
escribamos lo que escribamos, nadie nos lee. Y qué decir de la lectura de libros.
¿Novelas? No, gracias. Saturación total.
A eso voy.
Debo confesar que yo leo bastante. La mayoría
son títulos de autores muertos. De ellos aprendo mucho. Pero también leo a mis
contemporáneos, que los hay muy buenos. A otros, procuro darles una
oportunidad. Esto no significa que lo logre. El 60% (y estoy siendo benévola) de
las novelas que intento leer no cumplen mis
expectativas. Sé que suena fatal y que algunos dirán que exagero o que soy
demasiado exigente, pero es lo que hay. Y creo que no soy la única con esta
opinión. Me temo que cada vez somos más los insatisfechos. Entre estas novelas
incluyo tanto títulos patrios como extranjeros, obras de autores autopublicados
y otras avaladas por editoriales; y no hago ascos a ningún género: leo de todo,
desde novelas mínimas a grandes tochos, incluso relatos y primeros manuscritos
de autores noveles y no tan noveles.
Esto forma parte de mi faceta de asesora. Mi
misión es ayudar al autor a mejorar su novela. Esto conlleva ser de lo más sincera
y constructiva. Me da igual si eres amiguete o no te conozco de nada. Aunque
debo admitir que, a veces, esa sinceridad de la que alardeo me ha acarreado más
de un disgustillo. Algunos escritores no aceptan crítica alguna de sus obras, lo
cual no deja de ser curioso si lo que buscan es una visión, como mínimo,
distinta a la suya. Pero por lo general, aquellos que piden mi colaboración
suelen tomarse mis consejos con gran interés porque lo que buscan no son palmaditas en la espalda ni que
les regalen los oídos. Quieren mejorar al máximo el potencial de sus novelas o
relatos. Y para eso es necesario que alguien tenga mano dura y boquita de plata,
por aquello de no lastimar egos.
Ante todo,
soy de la opinión que para saber escribir hace falta saber leer.
Vayamos por partes.
Para dar el triple salto mortal de la simple redacción a la escritura literaria es necesario
conocer y utilizar todo un conjunto de técnicas y recursos. Incluso para romper las reglas ya establecidas se precisa
de ese conocimiento y dominio.
La
creación literaria cuenta con tres conceptos básicos (o sea, por encima)
del que se sirve un escritor:
Los recursos y procedimientos literarios.
La lengua y el estilo.
Y, por supuesto, la lectura analítica.
Ahí quería yo llegar. Es en ella en la que voy a
centrarme, ya que la considero imprescindible si queremos ofrecer una buena
obra y que el lector disfrute.
¿Qué es lo que primero que llama
mi atención cuando abro un libro por primera vez?
Su
comienzo. Parece obvio, pero no.
El inicio de un libro es importante. Tanto, que muchos
entendidos consideran que si el autor no consigue enganchar al lector en las
primeras siete frases, costará un triunfo que se anime a seguir leyendo. Dará
igual que varios capítulos después el libro sea una verdadera joya. El 80% de los
lectores abandonará la lectura si no consigue el interés esperado.
Esto cambia si el título en cuestión le ha
llegado de oídas; o sea, recomendado por varios lectores que ya lo han leído. Si él sabe que el comienzo es flojo pero que luego gana en altura, le
dará un voto de confianza porque tiene buenas referencias sobre él. Pero esto solo
ocurre cuando la novela en cuestión ya tiene un bagaje de varios meses y el
boca-oreja comienza a dar sus frutos. Tenemos varios ejemplos en títulos como La sombra del viento y El tiempo entre costuras. Ambos no arrancaron
hasta varios meses después de su salida al mercado. ¿Curioso, verdad?
También hay novelas con un comienzo
espectacular que se desinflan a los pocos capítulos. Estas, por desgracia, son
las que más abundan. No es tan extraño porque la primera fractura importante que se origina en el proceso creativo de una novela, puede
sobrevenir alrededor de la página veinticinco o treinta (esto es solo
orientativo, no es una ciencia exacta). No es la única que se produce. Suele haber otra antes
de acometer la mitad del libro. Esta es bastante definitiva y donde un gran
porcentaje de autores suelen dejar el manuscrito arrinconado, si se ve incapaz
de dominar la trama o enderezarla en condiciones (o debería hacerlo). La tercera ruptura llega al sobrepasar las
tres cuartas partes de la historia. Encaminar la narración hacia su final suele
ser bastante laborioso. Si no se consiguen coordinar bien estas fracturas, el
manuscrito está perdido. Si aun así el autor termina su obra y llega a un buen lector, él notará todas esas fisuras.
No lo dudéis un ápice siquiera. El buen lector
no es tonto.
Pero volvamos a lo que nos ocupa: ¿Qué necesita
tener el comienzo de un libro para que el lector se sienta atraído y no lo
cierre? Pues un inicio con verdaderas
expectativas. Si logramos estudiar a fondo esos primeros párrafos, veremos
que podemos intuir bastante en ellos. Adivinamos
una gran historia o lo contrario.
Un inciso. No hay que confundir nunca un prólogo
con el íncipit* de un libro. El
prólogo suele escribirlo otro escritor. A colación, me viene a la cabeza una
novela que intenté leer hace unos días. No voy a dar el título, por supuesto,
pero pocos prólogos he leído como ese. Buenísimo se queda corto. El chasco vino
al comenzar a leer el primer capítulo. Me temo que tampoco un excelente prólogo augura una buena novela.
Me consta que cada autor elige el inicio de su
libro movido por razones que nada tienen que ver con enganchar al lector,
aunque sí lo tome en cuenta. El comienzo suele ser algo que viene a uno sin
más. Se nos cuela en un momento dado y sentimos la imperiosa necesidad de
plasmarlo. Es una especie de visión que tiene el autor. Está genial escribir
ese comienzo que nos ha rondado durante días, semanas o meses. Puede ser una
frase impactante que realmente llame la atención a todo el que la lea. Pero
ojo, hay que intentar que los siguientes párrafos tengas alguna conexión con
ese comienzo tan estupendo que hemos logrado crear después de darle vueltas y
más vueltas. Si el tono (o sea, el
estilo narrativo o voz del escritor) y el vínculo se rompen, será fácil que el
lector se sienta defraudado.
¿Cuáles suelen ser los
comienzos más comunes?
Los inicios o íncipit tienen también un nombre
literario, dependiendo de la fórmula que utilicemos. Hoy os mostraré uno,
el más clásico y el más común. En otras entradas iremos viendo más.
El climatológico.
Son aquellos que nos muestran rasgos relacionados con el clima: un paisaje
azotado por la tormenta, un sol espléndido
calentando la tierra, una nevada implacable... Recuerdo que una de mis monitoras
de los talleres de novela a los que acudí en mis comienzos, decía que huyéramos
de este tipo de inicios por los recurrentes que son. La originalidad es
importante.
Y para terminar el redondeo, os mostraré un ejemplo de
inicio con el que arrancaremos este particular viacrucis mío. Tras su lectura,
analizaré las claves que hacen de esta clase de comienzos verdaderas promesas. Lo he elegido por su genialidad. Es bastante
popular.
Comienzos estupendos
Lolita,
de Vladimir Nabokov:
Lolita, luz de mi vida, fuego de mis entrañas.
Pecado mío, alma mía. Lo-li-ta: la punta de la lengua emprende un viaje a tres
pasos desde el borde del paladar para apoyarse, en el tercero, en el borde de
los dientes. Lo. Li. Ta.
Era Lo, sencillamente. Lo, por la mañana, un
metro cuarenta y ocho de estatura con pies descalzos. Era Lola con pantalones. Era
Dolly en la escuela. Era Dolores cuando firmaba. Pero en mis brazos era siempre
Lolita.
Analicemos este primer tiento
En Lolita se avecina una gran historia
a pesar de que el autor ya nos la ha contado en estas pocas
líneas. Nosotros, por nuestra parte, ya hemos sentenciado al protagonista sin
saber siquiera cómo se llama. Sabemos de su tortura, de lo que siente, y lo más
llamativo: trazos de su oscuro secreto. Aun así, seguiremos leyendo bajo las
directrices atrayentes que Nabokov nos propone.
Ni me imagino cuántas veces debió de cambiar y
pulir este comienzo. Pero ¿qué técnica empleó para ello?
Técnica
de microrrelato y el uso de la primera persona como narrador.
• El mensaje nos llega como una flecha.
• Frases
cortas muy directas y aclaratorias.
• Juegos de palabras
que asocian una idea (fuego,
entrañas, lengua).
• Nos
muestra cómo es Lolita en muy pocas frases, aportando una base sólida de su
personalidad. Repite su nombre varias veces para que se nos quede tatuado con
música (ritmo narrativo): Lo. Li. Ta. Al parecer, en el inglés original, las
frases tienen cierta musicalidad que se ha perdido con la traducción.
•Se ha valido del carácter literario* para mandarnos el
mensaje. Nos ha mostrado al protagonista, que es quien cuenta la historia, y al
mismo tiempo al leitmotiv de su
particular calvario.
• Ha
generado curiosidad y morbo. Es innegable.
Creo que estas pocas claves son suficientes para
hacernos una idea.
Con esto termino por hoy.
La próxima semana analizaré otro comienzo
prometedor. Será completamente distinto para que podáis ver las diferencias a
nivel narrativo, entre unos y otros.
También advertiros de que un buen comienzo no siempre garantiza un buen final. De finales
también hablaremos más adelante.
Pero me gustaría saber vuestra opinión. ¿Qué
pensáis al respecto de los comienzos de los libros? ¿En qué os fijáis más a la
hora de leer?
Significados:
*¿Qué es el carácter literario?
Mostrar y escenificar los sentimientos de los
personajes. A través del lenguaje se estimulan los cinco sentidos del lector
para que le llegue una idea clara de cómo son los personajes. Presentamos al personaje a través del
propio narrador o a través de los ojos de otro personaje.
*Íncipit: (Del lat. incĭpit, 3.ª pers. de sing.
del pres. de indic. de incipĕre, empezar).
Primeras palabras de un escrito o de un impreso antiguo que constituyen la
referencia de una descripción bibliográfica.
Nota de la autora: Todos
los conceptos que apunto en esta entrada son los que yo adquirí a través de más
de siete años de aprendizaje en talleres de creación literaria, monográficos
referentes al cuento, talleres avanzados de relato y de novela, de corrección
de textos y de formación como monitora de taller literario. He tenido la gran
suerte de aprender de grandes escritores. Y sé que jamás dejaré de hacerlo. Me
considero autodidacta y leo a diario. Mis referencias son las tres toneladas de
material que guardo como un tesoro por si se me olvida algo.
Un besazo. Nos leemos.
Un artículo magnifico. Creo que para todo aquel que decida ejercitar su valía como escritor, debería seguir tus sabios consejos y profundizar en la metodología que tan finamente argumentas. Estoy de acuerdo en que las primeras lineas de un texto son esenciales a la hora de conseguir enganchar al lector. Aunque también opino que todo esto que tan fácil parece, se vuelve una labor gigantesca cuando uno se enfrenta al papel en blanco.
ResponderEliminarGracias por compartir tus sabias experiencias, un abrazo.
¡Hola, Jorge! He visto tu comentario después de un montón de tiempo porque había desconectado los comentarios. Me alegro mucho de verte de nuevo por aquí.
EliminarEs verdad que parece fácil, pero se vuelve complicado cuando uno se enfrenta al papel en blanco.
He decidido escribir una serie de artículos para ayudar en lo pueda a la nueva hornada de escritores y lectores que se enfrentan a esta etapa extraña sobre literatura que nos ha tocado vivir (eso de “esta novela es demasiado literaria para publicarla” con la que se llenan la boca algunas editoriales. ¿Acaso saben la incongruencia tan grande que sueltan?). La comprensión lectora es fundamental para disfrutar tanto de la lectura como de la escritura. Espero poner mi granito de arena para que ambos nos comprendamos y lleguemos al tan ansiado “juego” escritor/lector.
Mil gracias, Jorge.