Pero algo en el bar sí era auténtico; ella, Cora.
Tenía apenas veinte años, pero una arruga gestual en su entrecejo le
confería ese aire indolente de las mujeres que conocen ya demasiados secretos
de la vida y a las que resultaría difícil sorprender. Era morena. Sus labios
hacían juego con la sombra de sus párpados oscuros. Y sus ojos…
¿Cómo eran sus ojos?
En los minutos de descanso solía sentarse sobre unas cajas de cerveza, al
fondo del almacén. Se encendía un cigarrillo y no hablaba con nadie. Casi
siempre leía un libro. De vez en cuando enarcaba una ceja o torcía el gesto sin
levantar la vista de las páginas. Las pocas veces que me atreví a dirigirle la
palabra, me respondía como temiendo que su voz fuera a salir volando de su
garganta, y nunca, nunca, me miraba.
—¿Qué lees? —le pregunté armándome de
valor.
—Una historia de vampiros.
—Pero si son absurdas… ¿por qué lees eso?
—Porque la vida también es absurda y, sin embargo, aquí estamos, respirando
como imbéciles.
Me dejó clavado. No supe que responder. Cerró su libro y lo dejó junto al
paquete de tabaco, marchándose sin más.
Seguí su recorrido hasta la puerta del almacén, tal vez esperando un
pequeño gesto de atención por su parte; un «adiós», un «hasta luego», pero
nada. Sacudí la cabeza. No había estado fino.
Manolo, que ya volvía también a su puesto, me pasó el brazo por el hombro y
chasqueó la lengua.
—No se lo tomes a mal. Es así con todos. Pero
te aseguro que detrás de todo ese escaparate de autosuficiencia hay una
guapísima mujer esperando ser rescatada de ella misma.
Me guiñó un ojo y se marchó.
Se debió de quedar a gusto diciéndome aquello.
Al llegar a la barra, uno de los camareros forcejeaba con un borracho
que estaba molestando a unos clientes. Les pedía dinero. Manolo y un asiduo del
bar lo sacaron de allí. El hombre la emprendió a patadas con la puerta.
Fue cuando Cora se acercó a mí con gesto urgente. Llevaba en la mano una
botella de coñac.
—¿Te importaría salir y darle esto? Se marchará sin armar bronca.
—¿Lo conoces?
—Dásela, por favor, y no me hagas más preguntas.
Y pude ver al fin aquellos ojos que escondía detrás de todos esos libros.
Eran tan sinceros como la súplica silenciosa que encerraban.
—Está bien, Cora, pero así no le haces ningún favor. Es un pobre diablo.
Hundió de nuevo la mirada en el suelo antes de responderme con voz dura.
—Te equivocas. Quiero que siga siendo un pobre diablo y que esté tan
borracho que no recuerde ni cómo me llamo.
© Luisa Ferro
Foto sacada de Internet
Ah, qué bueno, que golpe final, Luisa.
ResponderEliminarbesos con sabor a coñac
Baco, está bien que tú lo digas.
ResponderEliminarA ver si hablamos.
Un besazo.
Hola Luisa amiga mia me gusto
ResponderEliminarmucho tu relato pase un bonito
ratito aparte me da la sensacion
no se por que pero algo me dice
que el borracho era el padre de ella
si me equiboco rectificame.
Recibe un fuerte abrazo y muchos besos
que pases una bellisima semana compañera...
En efecto, Jose.
ResponderEliminarNo te equivocas. Así es.
Me alegro que hayas pasado un buen rato leyendo esta historia.
Un abrazo muy grande y muchos besos.
Que tú también pases una buena semana.
Me encanta este sencillo pero eficaz relato. Buenas descripciones, los personajes, el lugar. Ese halo de misterio que envuelve la trama;todo.
ResponderEliminarMe han gustado los cambios que has hecho y ese final que esconde más historias que no se cuentan pero se adivinan o se sugieren.
Otro post de calidad, Luisa.
Un abrazo veraniego desde mi orila.
Mis compañeros en la universidad siempre decían de mí "yoni y sus historias" yciertamente este relato tuyo me hizo acordar de auqella persona que para mantener su mundo es capaz de hundir y dejar perder en el submundo a cuantos le conocen. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, Mos.
ResponderEliminarEsta era una historia demasiado complicada para intentar plasmarla en un micro y demasiado pequeña para hacer de ella más de lo que es. Es de esas que cuentan poco, pero entrañan mucho.
Me alegra que te hayan gustado los cambios. Creo que está mejor así. Ya sabes que le doy muchas vueltas a lo que escribo y me gusta que repose. Después de un mes o dos, le sacas el resto.
Un besazo veraniego a ti también, compi.
Hola, Drac.
ResponderEliminarRealmente has sacado uno de los mensajes que tiene el relato. Hay personas así, Cora es una de ellas, su situación personal puede ser el trasfondo de que ella se cierre en su propio mundo. Pero creo que hay otras muchas personas que no tienen detrás ningún problema y son así. Yo las considero misteriosas e interesantes, con un gran mundo interior. Cuando llegas a ser partícipe de ese mundo tan suyo, te sientes especial.
Un beso muy fuerte.
Excelente Luisa. Me gusta mucho como escribes y como describes. Creo que esta historia podía continuarse, pero también pienso que es de las que llevan mensaj implícito dentro. Para mí sería, más que mujer fatal, mujer introvertida y un tanto egoísta. aunque si lo miramos desde otro ángulo es mujer cariñosa, pero sin dejar de ser egoísta, puesto que se preocupa por mantener a sus clientes. Al fin y al cabo, en muchos locales les importa tres pitos que sus clientes se mueran alcohólicos y les dan debeber siempre hasta saciarse.
ResponderEliminarUn beso.
una gozada.
ResponderEliminarbesazo
Hola, Josef.
ResponderEliminarToda historia puede continuarse. Pero creo que en esta clase de relatos cortos lo importante es acabar cuando se ha lanzado por completo toda la información necesaria, esperando que el mensaje impacte de alguna manera al lector. Normalmente tampoco tienen un solo mensaje. Por lo menos los míos. Hay uno más visible, otro menos, y el último y más difícil de ver. Es su función. Después, el texto ya pertenece al lector y este saca sus propias conclusiones. Siempre hay quién sólo ve uno de los tres mensajes que se han mandado, otros ven dos y luego están los “buceadores” que los llamo, los que ven los tres o los que haya sin dejarse ninguno.
Tu conclusión es curiosa.
Muchas gracias por tus palabras. Siempre está bien cambiar impresiones.
Un beso.
Gracias, Pepe.
ResponderEliminarMe alegro que te haya gustado.
Un besazo.
Muy buen relato
ResponderEliminarte sigo leyendo
Mirache
Gracias, Mirache.
ResponderEliminarMe agrada que te lo parezca.
Yo también te sigo.
Un saludo.
jajajaja, toma ya, si es que a cada paso, a cada relato luisa, me gusta más, el personaje de cora es genial, en un parrafo practicamente y genial.
ResponderEliminarVoltios, a mí sí que me encanta que me digas estas cosas. Hay que cogerle el punto a Cora, y creo que tú se lo has cogido.
ResponderEliminarUn besazo.
Gracias por compartirlo Luisa. La lectura es rápida, fluida. La creaste de tal forma que no me importo el bar, ni siquiera el joven, fue ella, mi mente trato de dibujarla, de ver cómo es, pero fue tan pronto el desenlace que me dejo un buen sabor de boca.
ResponderEliminar¡Felicidades!
Gracias, Ahuizolt.
ResponderEliminarLa técnica utilizada en este relato es precisamente mostrar a Cora a través de los ojos del joven, intentando expresar lo que él siente al verla.
Me alegra que Cora haya llegado hasta ti.
Un abrazo.
Me ha gustado el relato, detras de cada persona siempre hay una historía.
ResponderEliminarUn beso
Gracias Josefina.
ResponderEliminarMe alegra que te haya gustado.
Tú lo has explicado muy bien. Detrás de cada persona hay una historia, un mundo.
Un beso muy fuerte.
Me gusta muchísimo, Luisa. Y creo que Cora es un personaje bien dibujado, muy interesante e intenso.
ResponderEliminarNo a todos el dolor nos hace seres predecibles. Muy bueno el giro final. Cada día escribes mejor.
Y cambiamdo de tema: pájaros que no te dejan vivir.
Haz un espantapajaros, que puede resultar muy creativo y decorativo, y llénalo de brillos. Mientras lo haces puedes improvisar un ristras colgadas de CD que ya no uses si les da el sol y se mecen al viento mucho más efectivo.
Ya me contarás.
Un abrazo,
Muchas gracias, Tessa.
ResponderEliminarAgradezco tus palabras. Viniendo de ti son todo un halago.
Respecto a los pájaros, qué decirte; lo he intentado casi todo. Los CD, para ellos son como un juguete. Pasan totalmente. Tengo libélulas gigantes en las macetas, de esas que mueven las alas con el aire, pero nada. Intentaré hacer un espantapájaros. La verdad es que creo que mi tejado se está convirtiendo en un hotel con buffet libre, y yo voy a terminar como la protagonista de la película de Hitchcock. Cómo será la cosa que he escrito un relato y lo he titulado: “Casa de pájaros y almas”.
Un besazo.
Sin más pequeña!! Eres genial
ResponderEliminarHola, anónimo.
EliminarVeo que lo has pillado. Muchas gracias!!
Buenos días
ResponderEliminarComento de nuevo en tu blog pasados los años. Este relato es genial. El final es buenísimo, dice muchísimo en dos o tres frases.
Me alegro de ver que recuperas el blog.
Un saludo.
Juan.
Buenos días, Juan!
ResponderEliminarQué bueno volver a los viejos tiempos. Y que bueno, también, ver que no has perdido tu fino "buceo" en mis relatos. El final lo dice todo aunque no se diga nada. Se intuye una gran historia detrás de la última frase que dice Cora. Esa es la magia de saber leer (y saber cómo manejar con acierto un relato).
Un saludo,
Luisa
¡Caramba! Unas descripciones estupenda y en esa frase final se envía una información tremenda. Genial lección Luisa, gracias por compartirla.
ResponderEliminar¡Qué bien escribes, puñetera!
Un beso grande.
Soy Paloma (Kirke), no sé por qué no ha recogido el nombre de la cuenta si estoy en ella, sniff.
EliminarEste comentario ha sido eliminado por el autor.
EliminarPaloma, creo que como mi blog es tan viejito debe de tener algún problema con esto de los comentarios y también con las etiquetas. He intentado solucionarlo, pero no lo consigo del todo. Aunque hay personas que sí han podido publicar comentario con su nombre. Ni idea... Todo se andará. De momento he conseguido que cada vez que cuelgue una entrada, aparezca en los demás blogs que me tienen enlazada y otras cositas. Ya es algo. ;)
EliminarMuchas gracias por tu comentario y por tus halagos. Tengo un buen montón de relatos que han salido de las clases que impartía y de las asociaciones de escritores a las que he pertenecido. Estoy oxidada con los relatos cortos y con los micros, después de decicarme durante años solo a la novela, pero esto es como montar en bicicleta, no se olvida jamás.
Un abrazo enorme!!